Un acontecimiento: el artista británico Brian Eno decidió lanzar desde México su nuevo disco: Making Space (distribuido aquí por Independent Recordings), en coincidencia con su presencia física, que ocurrirá el martes por la noche en el Teatro de la Ciudad, donde dictará una conferencia magistral, mientras que la exposición de sus obras, titulada 77 millones de pinturas, extiende su duración hasta el 4 de julio, debido al notable éxito que mantiene en el Museo Anahuacalli.
Se trata de una obra maestra, emparentada a ese disco fundacional: Music for Airports que en 1978 aportó a la humanidad una nueva manera de escuchar la música desde un concepto en apariencia banal: limpiar la atmósfera tensa de una sala de espera de aeropuerto con un fluido sonoro de baja intensidad, para establecer nuevos parámetros, que resultan de altísima eficacia para construir atmósferas, paisajes interiores, meditación zen. Elevación.
La sencillez de los planteamientos originales de lo que hoy se conoce como música ambient, pendula con suave ironía entre dos extremos que tomó en cuenta Brian Eno para alejarse de ellos y ubicarse en el centro del círculo: la música Muzak, que despectivamente se nombra también como música de elevadores y el minimalismo.
No descubrió por supuesto el agua tibia Eno. Ya el maestro Erik Satie había puesto piedra de toque con su Musique D’ameublement, en 1917, con la profundidad de su sentido del humor, de la ironía: una música que funja de mueble o bien como papel tapiz en una habitación, que suene cuando los novios firman el acta de matrimonio o bien durante un almuerzo, reía Satie.
En su nueva contextualización del discurso sonoro, Erik Satie incorporó, también de manera pionera, los sonidos industriales, si bien con instrumentos de orquesta, mérito mayor que después habrían de tomar los artefactos que suenan mediante dispositivos electrónicos, como es el caso de Eno.
En México tenemos una aportación igualmente profunda por liviana: la Música para charlar, de Silvestre Revueltas, cuyo nombre lo dice todo y cuya escucha fascina, mueve. Asombra.
El nuevo disco de Brian Eno, Making Space, es, decíamos, una obra maestra. La evolución del lenguaje sonoro de este gran maestro que muchos reducen a la mínima condición de rock star, leyenda viva, productor de celebridades (U2, King Crimson, Talking Heads, David Bowie, et al), pero que en realidad es un pensador de sonidos, un innovador, un referente cultural, nos regala mil sorpresas, entre ellas su conexión a ese gran sistema de vasos comunicantes que es la línea histórica del devenir del arte de la música: el track 4 es claramente una pieza elaborada en el sistema tintinabuli que inventó hace pocos años el compositor estoniano Arvo Pärt: sistemas de tres notas que se repiten y en cuya simplicidad encierra una alta concentración de contenidos, pero sobre todo la creación de un algo indescriptible a cuya esencia nos podemos aproximar así: es un estado del alma.
Este nuevo álbum del maestro Brian Eno (cuyo empaque es a su vez una obra de arte: una variante de los papeles japoneses que se doblan y despliegan como biombo portátil y extiende en su dorso una obra de arte, cuyos detalles mostramos en esta página, al igual que al Eno de hoy frente al ayer), es un vuelo zenital, un fluir, una agüita cristalina que recorre nuestro cuerpo, linfa y oro, verde y azul y captura el pálpito de nuestro corazón y lo pone en el espejo del palpitar de una mariposa en cuyo vuelo levitamos.
*Fernando Rosas estará cubriendo el evento en exclusiva para U2 Kiss The Future Mexico, este 14 de Junio por parte de Independent Recordings y en exclusiva tendremos la nota del lanzamiento del disco de Brian Eno.
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