Por: Bono
Publicado en: New York Times, 18 de Abril de 2009
Estoy en el centro de Manhattan, donde los conductores todavía tocan sus bocinas como si fueran instrumentos musicales y gritar en los restaurantes es un deporte.
Estoy muy lejos de la cálida brisa de voces que oía hace una semana el domingo de Pascuas.
“Glorifico tu nombre” cantaban las mujeres de la isla mientras se balanceaban en una iglesia de piedra. Yo estaba abrumado por el descontrol de color, una crecida emocional que me llevó al mar.
El Cristianismo, resulta que, tiene un ritmo – y creciente en esta época del año. La rumba del Carnaval da paso a la marcha lenta de la Cuaresma, después al staccato de los himnos de la procesión de Semana Santa. De la rebeldía a la ensoñación. Después de 40 días en el desierto, o algo así...
Carnaval - las estrellas de rock son buenas en eso.
“Carna” es carne; “Carna-val” es adiós a la fiesta. Yo he estado en muchos. Los brasileños dicen que ellos lo hace desde hace más tiempo, ciertamente lo hacen mejor. No puedes evitar contraer la fiebre. No tienes elección sino unirte a los juerguistas mientras se contonean por las calles explotando como las orillas de un río en una inundación de alegría fraguada en el ritmo. Es una dicha que no se puede hacer desaparecer. Es fuerza vital. Es el corazón pletórico y rebosando de gratitud. La elección es vuestra...
Es con la Cuaresma con la que siempre he tenido problemas. Lo dejé... la auto negación es de donde fracaso miserablemente. Mi idea de la disciplina es simple – trabajo duro – pero por supuesto esa es otra indulgencia.
Luego viene la muerte y la vida que es la Semana Santa.
Es un momento trascendental para mí – un renacimiento que siempre parezco necesitar. Y nunca más que hace unos años, cuando murió mi padre. Recuerdo la vergüenza y el consuelo de las lágrimas calientes mientras me arrodillaba en la capilla de un pueblo en Francia y me arrepentía de mi naturaleza de hijo pródigo – me arrepentía de pelearme con mi padre durante tantos años y malgastar tantas oportunidades de conocerle mejor. Recuerdo el sentimiento de “una paz que supera al entendimiento” mientras se disipaba el peso. De todas las festividades cristianas, es la Semana Santa la que demanda más fe – empujándote más allá de la reverencia por la creación, a través del desconcierto de la idea del alumbramiento de una virgen a la rebuscada idea de gran alcance de que la muerte no es el final. La cruz en el cruce de caminos. Cualquiera que sean tus miras, religiosas o no religiosas, la oportunidad de comenzar de nuevo es una idea cautivadora.
El domingo pasado el director de coro estaba saltando fuera de su piel... tormentoso luego plácido, juguetón luego tierno, en el más honrado de los pianos y las melodías. Cantaba sus invocaciones en una bella voz de tenor de roble con un chico con pecas en la cara a su lado tocando la conga y la pandereta como si fuese un juego completo de batería. La parroquia cantaba las canciones de alabanza a un Dios que aparentemente rodeaba con su voz las nuestras.
Yo entro en bajas iglesias y altas catedrales ¿con qué propósito? Yo busco en las escritura ¿con qué fin? ¿Para revisar mi cabeza? ¿Mi corazón? No, mi alma. Para mi estas meditaciones son como una plomada arrojada por el maestro de obra – para ver si las paredes están rectas o torcidas. Reviso mi vida emocional con la música, mi vida intelectual con la escritura, pero en la religión es donde busco el alma.
El predicador dijo, “¿Qué provecho trae a un hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?” al oír esto, todos lo peregrinos reunidos en la habitación preguntaron, “¿Soy yo, Señor?” En América, en Europa, la gente se pregunta “¿somos nosotros?”
Bueno, sí, somos nosotros.
El Carnaval ha terminado. El comercio ha estado recalentando los mercados y los climas. Los cielos llenos de hollín de la revolución industrial han cambiado de escala y lugar, pero ahora funden capas de hielo y hacen que los mares hiervan en la revolución tecnológica. El capitalismo está en juicio, la globalización está, una vez más, en el muelle. Solíamos decir que todo lo que queríamos para el resto del mundo era lo que teníamos nosotros. Después descubrimos que si toda alma viviente en el planeta tuviese un frigorífico, una casa y un todo terreno sencillo nos asfixiaríamos con nuestro propio tubo de escape.
La Cuaresma está sobre nosotros tanto si la pedimos como si no. Y con ella, esperamos, vendrá una oportunidad de redención. Pero redención no es simplemente un término espiritual, es un concepto económico. Al comienzo del milenio, la campaña de la cancelación de la deuda, inspirada por el concepto judío de Jubileo, tenía por objetivo dar a los países más pobres un nuevo comienzo. Treinta y cuatro millones de niños más en África van ahora a la escuela en gran parte porque sus gobiernos utilizaron dinero liberado por el alivio de la deuda. Esta redención no fue el final de la esclavitud económica, pero fue un comienzo más esperanzado para muchos. Y a los muchos, no a los pocos afortunados, es a dónde cualquier búsqueda del alma nos debe llevar.
Hace pocas semanas estuve en Washington cuando llegaron noticias de recortes propuesto al presupuesto para ayuda del presidente. La gente dijo que iba a ser difícil cumplir las promesas a aquellos que viven circunstancias de extrema pobreza muy, muy lejos cuando hay tantas dificultades en Estados Unidos. Y las hay.
Pero leí recientemente que los Americanos están adoptando el servicio público en mayor número porque tiene poco dinero para dar. Y, tras una victoriosa votación de los dos partidos en el Senado, la palabra dad es que el Congreso restituirá el dinero que ha sido recortado del presupuesto de ayuda – una negativa a abandonar a aquellos que pagarían un alto precio por una crisis que ellos no han creado. En tiempos duros, la gente muestra quién es de verdad.
Tu alma.
Mucha de la discusión hoy es sobre valor, no valores. La ayuda bien gastada puede ser un ejemplo de ambos, valores y valor del dinero. Proporcionar medicación contra el SIDA a un poco menos de cuatro millones de personas, poner en marcha modestas medidas para mejorar la saludad de las madres, erradicar pestes asesinas como la Malaria y los retrovirus – todo esto proporciona una pierna arriba en la escalada hacia la autosuficiencia, todo esto puede ayudarnos a hacer amigos en un mundo presto a la enemistad.
No son limosnas, es inversión. No es caridad, es justicia.
Extrañamente mientras salíamos en fila de la pequeña iglesia de piedra al cruel sol, pienso en Warren Buffett y Bill Gates, cuya fortuna ahora unida se dedica a luchar contra la extrema pobreza. Ambos agnósticos, creo. Pienso en Nelson Mandela que ha pasado su vida defendiendo los derechos de otros. Un hombre espiritual – sin duda. ¿Religioso? Me dicen que no se describiría a si mismo como tal.
No toda la música del alma viene de la iglesia.
Bono, cantante de la banda U2 y cofundador del grupo de apoyo ONE, es columnista invitado de The Times.
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